En el recién terminado debate parlamentario sobre el Estado de la Nación, la gran mayoría de los grupos del Congreso de los Diputados (socialistas, populares, nacionalistas) que aplican, defienden o asumen las recetas económicas de derecha extrema dictadas por el poder financiero, han escenificado enfrentamientos retóricos entre ellos que no se corresponden con sus posiciones reales, constatadas y manifiestas.
En una cámara donde la izquierda parlamentaria está representada por apenas un diezmo de los diputados, el presidente del Gobierno y todos los portavoces de la inmensa mayoría restante parecían oficinistas aduladores que rivalizaban entre sí para agradar a sus jefes (la banca, la UE y el FMI en este caso) con números circenses como el «Quítate tú que me pongo yo» de Rajoy, el «Yo me quedo como don Tancredo» de Zapatero o el conocido «Qué hay de lo mío» de los diferentes portavoces nacionalistas. Todos ellos jaleados por la habitual pandilla de vociferantes hooligans calientaescaños… Sin novedad en la Carrera de San Jerónimo. Siguen cociéndose a fuego lento y en su propia salsa.
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Como siempre aprovechando los momentos de crisis para poder sacar una tajada de eso. Los que pierden siguen siendo los ciudadanos.