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«El sistema capitalista no precisa de individuos cultivados, sólo de hombres formados en un terreno ultraespecífico que se ciñan al esquema productivo sin cuestionarlo».



«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer.

¡Nada de libertad para los enemigos de la libertad!


«Tienes que desconfiar del caballo por detrás de él; del toro, cuando estés de frente; y de los clérigos, de todos lados».
En una fecha tan señalada como la de hoy, no podemos dejar escapar este año 2009 sin un modesto homenaje a Charles Robert Darwin (Inglaterra, 1809-1882). En este año hemos recordado la eminente figura del naturalista británico por un doble motivo: la conmemoración del bicentenario de su nacimiento y el 150º aniversario de la publicación de su obra más destacada, cuyo título abreviado es El origen de las especies.
En una etapa histórica como la actual, que se caracteriza por el retorno de viejas supersticiones y falsas creencias antiguas y medievales, el legado de Darwin adquiere una especial importancia. Darwin, junto con Marx, Freud, Einstein o Newton en sus correspondientes disciplinas, han conformado la base sobre la que se ha edificado el pensamiento contemporáneo. Por mucho que actualmente sea cuestionada por construcciones metafísicas como el «Diseño inteligente» o «La ciencia de la creación» (que cuentan en EEUU con el apoyo de influyentes grupos de presión de la ultraderecha religiosa), la Teoría de la evolución de Darwin sigue tan vigente desde el punto de vista científico como en los tiempos de su publicación. En este sentido, la escritora y activista estadounidense Judith Hayes afirma:
Finalizaremos dedicando una frase del propio Charles Darwin a quienes desde la fe siguen cuestionando su Teoría de la evolución:
Y así es.
No he de callar, por más que con el dedo
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«Quien no se propone hacerlo perfecto,
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“El mundo es mi patria; la ciencia, mi religión”.