Cosmos tripulado: la nueva generación

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Fig. 1.— Comparativa a escala de las naves tripuladas operativas (Soyuz y Shenzhou) y las de nueva generación: CST-100 Starliner (Boeing Company); Dragon V2 (SpaceX Corporation); Orion MPCV (NASA-EEUU) y PTK-NP (Roscosmos-Federación de Rusia). [Ampliar]

I. INTRODUCCIÓN

Tras la cancelación del programa de transbordadores espaciales estadounidenses STS-Shuttle en 2011, sólo dos programas de naves tripuladas —ambos derivados de las Soyuz originales del programa espacial de la URSS— han permanecido operativos a lo largo de estos años: Soyuz TMA-M y Shenzhou. El selecto club de las potencias espaciales con capacidad para misiones tripuladas propias se redujo de tres a dos miembros: la Federación de Rusia y la República Popular China.

Operadores privados y programa Orion-SLS

El relevo del programa Shuttle estadounidense era el ambicioso programa Constellation, iniciado en a mediados de la década de 2000 y a su vez cancelado por la Administración Obama en 2010 —con la aguda crisis económica de EEUU (luego mundial) por medio. Durante el primer lustro de la década de 2010 (2010-2015), el programa espacial estadounidense ha estado sometido a vaivenes e incertidumbres como consecuencia de un «tira y afloja» entre el gobierno federal, partidario de recortar al máximo el presupuesto de la NASA y de privatizar los vuelos tripulados orbitales y el Congreso, más proclive a recuperar el prestigio nacional perdido en el ámbito espacial y a desarrollar un programa tripulado estadounidense que ponga fin a su dependencia de Rusia, su principal adversario estratégico actual. La «solución de compromiso» de este contencioso entre la Casa Blanca y el poder legislativo ha tenido una doble vertiente: por una parte, el programa CCP (Commercial Crew Program) impulsado por el gobierno federal para subvencionar y promover el desarrollo por parte de operadores privados de naves orbitales tripuladas y acabar así con la dependencia de las Soyuz rusas para acceder a la ISS y por otra parte, la reconversión/recorte del programa Constellation de la NASA en el actual Orion-SLS (la nave Orion Multi-purpose Crew Vehicle y la familia de lanzadores Space Launch System). A diferencia de Rusia o China, cuya base productiva aeroespacial son empresas estatales o corporaciones públicas, la intervención de grandes empresas privadas del «complejo militar-industrial» (en palabras de Eisenhower) no es ninguna novedad en el programa espacial de EEUU desde sus inicios. Lo novedoso estriba en que en la actualidad no sólo hay fabricantes-contratistas privados para la agencia espacial nacional, la NASA, sino también operadores de sistemas espaciales propios.

Las primeras naves tripuladas de nueva generación que estarán operativas son las del programa CCP. Una vez culminada la fase de contratación —CCtCap (Commercial Crew Transportation Capability)—, las compañías privadas finalmente seleccionadas (2014) han sido Boeing Company, con sede en Chicago, y la californiana SpaceX Corporation, ambas con vuelos programados a la ISS en 2017 de sus vehículos orbitales CST-100 Starliner y Dragon V2, respectivamente. SpaceX dispone de un lanzador propio para la Dragon V2, el Falcon 9; mientras que Boeing lanzará su CST-100 Starliner mediante los Atlas V de ULA.

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Plutón en alta resolución

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Versión en alta resolución de la imagen captada por el instrumento Long Range Reconnaissance Imager (LORRI) de la sonda interplanetaria New Horizons de la NASA a una distancia de 768.000 km durante su aproximación a Plutón el 14 de julio de 2015. Clic para ampliar (1.785 x 1.717 píxeles)

Cosmos tripulado (II): Lanzadores

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Infografía «Cosmos tripulado. Lanzadores» (clic para ver a tamaño completo, JPG 1785×1530 píxeles, 393 KB)

Continuamos con nuestra tarea de divulgación de la historia espacial humana a través de la serie Cosmos tripulado con una infografía que reúne todos los vectores que han lanzado cosmonautas o astronautas al espacio desde 1961 hasta nuestros días. Unos forman parte de la historia: R7 Vostok (programa Vostok, URSS); Atlas (programa Mercury, EEUU); R7 Vosjod (programa Vosjod, URSS); Titan 2 (programa Gemini, EEUU); Saturn V (programa Apollo, EEUU); Saturn IB (programas Apollo, Skylab y Apollo-Soyuz), Space Shuttle (programas STS, Shuttle-Mir e ISS); y otros siguen en activo en la actualidad: el eterno lanzador de diseño soviético R7 Soyuz (programas Soyuz, Salyut, Apollo-Soyuz, Mir e ISS) —cuyo primer despegue desde la Rampa Gagarin de Baikonur se remonta a 1967—, así como el cohete chino CZ-2F de la serie Larga Marcha (programas Shenzhou y Tiangong). Estos dos últimos lanzadores convierten en la actualidad a la Federación de Rusia y a la República Popular de China en las dos únicas potencias con capacidad para enviar misiones tripuladas al espacio.

La infografía contiene además información sobre los centros de lanzamiento de todas las misiones tripuladas hasta la fecha y muestra aproximadamente a escala tanto los lanzadores como las naves que integran.

Entrada relacionada: Infografía «Cosmos tripulado»

Cosmos tripulado

Una línea de tiempo transcurre hasta nuestros días desde la histórica fecha del vuelo de Yuri Gagarin (misión Vostok 1, URSS). El 12 de abril de 1961 fue el punto de partida de una era espacial humana que comenzó hace más de medio siglo: el cosmos tripulado…

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Infografía «Cosmos tripulado» (clic para ver a tamaño completo: 2885 × 2110 píxeles, 880 KB)

Un repaso a la historia de la cosmonáutica, el cosmos tripulado, desde los primeros pasos de la carrera espacial hasta la actualidad en una infografía de gran formato que incluye todos los programas que han transportado seres humanos al espacio con sus naves: Vostok (URSS), Mercury (EEUU), Vosjod (URSS), Gemini (EEUU), Soyuz (URSS), Apollo (EEUU), Space Shuttle (EEUU) y Shenzhou (China), sin olvidar la misión conjunta soviética-estadounidense Apollo-Soyuz; así como todos los programas de estaciones orbitales y esquemas de todas y cada una de las que han sido puestas en órbita: las seis estaciones de la serie Salyut (URSS), el Skylab (EEUU), la gran Estación orbital Mir (URSS-Rusia), la ISS (Estación Espacial Internacional), el mayor complejo espacial de la historia, y el laboratorio orbital Tiangong (China).

La línea de tiempo y sus meandros contextualizan cronológicamente la infografía, que discurre por cuatro épocas principales: los años 60, la década de los récords y edad de oro de la carrera espacial entre las dos superpotencias del siglo XX; los 70, la década de las estaciones espaciales soviéticas; los 80 y los 90, protagonizados por el Shuttle y la Estación Mir y por último, la época actual, que se inicia a finales del siglo XX con el lanzamiento del primer módulo de la ISS (1998) y llega hasta nuestros días junto con los primeros pasos del programa cosmonáutico de China.

La infografía muestra también —con breves textos y sencillos pictogramas— la configuración básica de naves y estaciones, los principales récords espaciales, sus más destacados protagonistas y otros datos básicos. A modo de conclusión, un gráfico resume todos los programas espaciales tripulados de naves y estaciones así como los programas de colaboración internacional, tanto los que ya son historia como los que están en vigor en la actualidad: Soyuz (nave que sobresale como la principal protagonista de este periplo histórico de más de medio siglo de presencia humana en el espacio), la ISS y los más recientes programas Shenzhou y Tiangong de la potencia espacial surgida a principios del siglo XXI, la República Popular de China.

P.s.: Todos los vehículos espaciales de la línea de tiempo de la infografía (tanto naves como estaciones) están representados aproximadamente a escala.

Neil Armstrong en la URSS

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Neil Armstrong en el Centro de Entrenamiento de Cosmonautas Yuri Gagarin (Ciudad de las Estrellas de Moscú, URSS, 1970). [Foto: gctc.su]

Llega a la ISS la primera cosmonauta rusa del siglo XXI

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La tripulación de la misión Soyuz TMA-14M (Expedición 41 de la ISS) durante la tradicional comparecencia ante los medios frente al monumento a Lenin en el Centro de Entrenamiento de Cosmonautas Yuri Gagarin de la Ciudad de las Estrellas de Moscú el pasado 12 de septiembre. En la imagen, de izquierda a derecha, el oficial de la Armada estadounidense Barry Wilmore (ingeniero de vuelo, NASA) y los rusos Alexander Samokutiaev (comandante de la Soyuz, Roscosmos) y Elena Serova (ingeniera de vuelo, Roscosmos). [Foto: NASA/Stephanie Stoll]

Elena Serova, primera cosmonauta rusa que vuela al espacio desde 1997, ha llegado a la Estación Espacial Internacional (ISS) a bordo de la nave Soyuz TMA-14M tras un vuelo de seis horas junto a Alexander Samokutiaev, comandante de la misión, y el estadounidense Barry Wilmore, ingeniero de vuelo. Elena Serova tiene 38 años, nació en 1976 en Primorié (territorio del litoral del Extremo Oriente de Rusia cuya capital es Vladivostok) y es ingeniera aeroespacial por el Instituto de Aviación de Moscú. Serova es la cuarta cosmonauta rusa tras su tocaya Elena Kondakova (dos misiones en 1994 y 1997) y las soviéticas Svetlana Savitskaia (dos misiones en 1982 y 1984) y Valentina Tereshkova (primera mujer en el espacio en 1963).

Tras la llegada de esta nueva expedición a la ISS, la número 41, el complejo orbital internacional cuenta ahora con seis tripulantes; los tres anteriormente citados —cuya permanencia en la Estación está prevista durante 168 días— y el actual comandante de la ISS, el ruso Maxim Surayev, el estadounidense Reid Wiseman (NASA) y el alemán Alexander Gerst (Agencia Espacial Europea, ESA).

Map of the ISS

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Related post: El mapa de la ISS (Spanish version)

El mapa de la ISS

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English version: ‘Map of the ISS’ (1339 x 4000 px, 1.1 MB)

En 2014 se han cumplido 5.000 días de presencia humana ininterrumpida en la Estación Espacial Internacional (International Space Station, ISS por sus siglas en inglés), batiendo el registro de 4.592 días de su predecesora soviética, la Estación orbital Mir. Al igual que en el caso del complejo multimodular puesto en órbita por la Unión Soviética en 1986, la principal función de la ISS es la observación, experimentación e investigación tecnocientíficas.

La infografía de gran formato que presentamos pretende cartografiar de manera comprensible la ISS, aportando más de 500 datos explicativos a través de cuatro ilustraciones (módulos presurizados con instalaciones exteriores, estructura, naves y lanzadores). Los diferentes módulos habitables están diferenciados según el criterio de los países donde fueron fabricados. Más allá de este criterio y como también se muestra en la infografía, la ISS se divide básicamente en dos sectores que recuerdan la división geopolítica del mundo durante los años de la Guerra Fría: USOS (U.S. Orbital Segment), a cargo de la NASA —donde se ubican los elementos made in USA y de sus satélites europeos y japoneses— y ROS (Russian Orbital Segment, a cargo de Roscosmos, la agencia espacial rusa), donde están acoplados los módulos de fabricación rusa.

Si tenemos en cuenta su masa de alrededor de 420 toneladas y sus dimensiones, la ISS es una gran obra de ingeniería. Los 109 por 73 metros que ocupa en nuestra órbita son comparables al área de un campo de fútbol, la «unidad de medida» de moda en los medios. La longitud acumulada de sus módulos habitables supera los 110 metros, con un volumen presurizado de más de 900 m³. En ellos, además de multitud de racks de investigación y experimentación científica en las zonas presurizadas, la ISS dispone para sus tripulantes —tres permanentes, seis entre relevos de expediciones— de zonas de ejercicio, dos aseos, seis cabinas individuales de descanso e incluso una «habitación con vistas» a la Tierra, el módulo acristalado Cupola. Poner en órbita un complejo de tal magnitud ha sido posible gracias a su concepción modular y a la construcción progresiva mediante múltiples vuelos entre 1998 y 2011 de lanzadores rusos y —en mayor medida— por las misiones de los retirados transbordadores estadounidenses (Space ShuttleSpace Transport System, STS), como podemos comprobar en la siguiente cronología de lanzamientos de los principales elementos estructurales y módulos.

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#TwitterBlackout: Twitter, la censura selectiva y la libertad de expresión

“Twitter ha dejado muy claro cuáles serán sus políticas […] Twitter ha sido directo sobre lo que está haciendo. Tendremos que ver cómo funciona”.

Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado de EEUU, sobre la censura de contenidos en Twitter.

Los últimos días han estado plenos de eventos que afectan al ejercicio en la red Internet de uno de los derechos fundamentales de las personas, la libertad de expresión, independientemente del país en que vivan. 

La ratificación por parte del nuevo gobierno español del PP de la llamada Ley Sinde del anterior gabinete del PSOE, un controvertido reglamento que pone en cuestión el derecho a la libertad de expresión en aras del interés de las multinacionales de la industria del cine o de la música de una determinada potencia, EEUU, cuya Embajada en Madrid dictó las bases de la citada ley, como así han demostrado los documentos filtrados por Wikileaks.

El cierre al tráfico en la Red de más de un 4% de sus contenidos —caso Megaupload—, incluída una ingente cantidad de archivos personales de decenas de millones usuarios que pasan a manos del FBI y otras agencias de EEUU. Para ejecutar este atropello no ha sido necesaria la aprobación o aplicación de nuevas leyes regresivas tipo Sinde (SOPA, ACTA…). Por la vía de los hechos, EEUU ha perpretrado el ataque con celeridad inusitada y ha puesto a sus pies los aparatos policiales de sus satélites para proceder a incautación de servidores y detenciones casi instantáneas. Un hecho sin precedentes por su masividad y celeridad, también en aras de la defensa de los intereses de la industria audiovisual multinacional estadounidense.

Cuando un propietario intenta acceder a sus fotos, trabajos o documentos personales archivados en Megaupload se encuentra este aviso de una potencia extranjera (si no es súbdito de EEUU)

Internet como escenario de guerra

Anteriormente, el gobierno mundial de facto de EEUU había requerido a gigantes de la Red como Google y Facebook que fueran puestos a su disposición información y datos personales de los usuarios de las citadas compañías globales y, en el mismo sentido, se daba a conocer a la opinión pública la “monitorización” (vigilancia) masiva de los mensajes en las redes sociales por parte de las agencias competentes; a saber: CIA, FBI, Seguridad Nacional y Cibercomando del Pentágono (Ministerio de Defensa de EEUU). Es decir, tras la dotación en 2010 de grandes fondos para el “escenario de guerra” en Internet por parte del gobierno de Obama (una parte del presupuesto de guerra más elevado de la historia que superó con creces al de la anterior administración de Bush II), EEUU se ha tomado muy en serio la importancia bélica del teatro de operaciones de la Red de redes.

A todo esto, parecía que Twitter —una red social que se alimenta y por tanto vive de los contenidos (tweets, imágenes o enlaces) aportados por los propios usuarios— seguía siendo un especie de islote ajeno a interferencias del poder global o de los gobiernos locales. No parece que así sea en realidad: esta semana que acaba, Twitter anunciaba oficialmente que “cuando sea requerida [la compañía], eliminará contenidos de los internautas” en función de “las diferentes legislaciones sobre la libertad de expresión que existen en el mundo” y “razones históricas y culturales (sic)” para “retirar contenido de usuarios en un país específico, manteniéndolo disponible en el resto de países” [véase en Público.es: Twitter se rinde a la censura].

Al margen de este anuncio reciente de Twitter tan calculadamente ambiguo como preocupante, es evidente que hasta ahora se había venido aplicando censura en Twitter. Baste recordar que en alguna ocasión ha sido manipulado el algoritmo de los “Temas del momento” (TT) cuando estos eran especialmente sensibles para EEUU en función sus leyes o de su política exterior (como es el caso del bloqueo a Cuba). No olvidemos que Twitter es una empresa radicada en EEUU. Recientemente, el ‘hashtag’ #DerechosdeCuba fue bloqueado en España a pesar de haber tenido mucho mayor volumen de menciones que otros que no sufrieron la misma triste suerte, como así fue demostrado con datos de tráfico real. Asimismo, Twitter ha cerrado cuentas de forma arbitraria sin denuncia ni decisión judicial previa (ni siquiera requerimiento policial) por motivos políticos que afectan a la libertad de expresión. Éste fue el caso de algunos perfiles humorísticos que parodiaban a personajes del régimen español como Rubalcaba (PSOE) o algún caso similar de cierre de cuentas en Facebook de perfiles paródicos de Mariano Rajoy u otros líderes del PP. Mientras tanto, el cierre de cuentas que fomentan actos delictivos o atentan contra la salud pública casi nunca se hace efectivo por parte de Twitter aduciéndose que se requiere para ello el preceptivo mandato judicial correspondiente. Un curioso doble rasero.

#CensuraTwitter y #TwitterBlackout

Frente a la conspiranoia y la candidez embobada está la visión global de las cosas. ¿Alguien puede creer que no existe una cierta concatenación en los hechos hasta ahora relatados?, ¿acaso son independientes?, ¿no hay relación causa-efecto entre ellos?, ¿Twitter es una realidad paralela ajena al mundo y a los tiempos que vivimos? Pensamos que no.

La denuncia de muchos usuarios de Twitter a este anuncio de la compañía de establecer límites a la libertad de expresión en función de donde se ejerce, no se hizo esperar. El viernes 27 de enero, miles de mensajes de quienes hacen día a día los contenidos de esta red social mostraban su desacuerdo incluyendo #CensuraTwitter (en el mundo hispanohablante) y a nivel internacional se convocó a una huelga de contenidos de 24 horas para el día siguiente, sábado 28 de enero, día sin tweets o #TwitterBlackout (que llegó a ser TT absoluto mundial y en España y muchos países también).

Las reacciones contrarias no se hicieron esperar tampoco. Podemos poner un ejemplo: En los informativos del mediodía de la cadena SER del 27 de enero, en un cara a cara entre el periodista Antón Losada e Ícaro Moyano (exdirectivo de Tuenti y actual jefe de redes de PRISA, multinacional a la que pertenecen SER y el diario madrileño El País), Moyano defendía la decisión de Twitter y la necesidad de censurar sus contenidos. Como principal argumento de “autoridad” citaba que Ricardo Galli (empresario de ‘Menéame‘) compartía esa posición. Por su parte, Losada manifestó que era contraproducente cualquier tipo de actividad censora en una red como Twitter por sus propias características, algo basado en que cada cual opine lo que quiera independientemente de donde sea [vino a decir, pues cito de memoria]. Viniendo de quienes vienen, las posiciones favorables de Moyano y Galli a la aplicación «selectiva» de la censura en Twitter no resultan sorprendentes. PRISA y sus medios se caracterizan desde hace mucho tiempo por manipular o censurar noticias “sensibles”, especialmente si éstas proceden del ámbito latinoamericano y en particular si proceden de gobiernos de izquierda o progresistas del subcontinente. Del empresario de ‘Menéame’ y su compañía diremos que su posicionamiento es estrictamente coherente con la defensa de sus propios intereses y trayectoria. Vamos a dejarlo ahí… ejemplos de censura “de oficio” en ‘Menéame’ de noticias procedentes de medios digitales progresistas de amplio impacto son de sobra conocidos. Por no hablar de la panoplia de censores trasnochados y masa enfurecida que desde hace años cohabitan en ese “ecosistema” hostil al debate racional de ideas.

Por lo demás, el seguimiento a la huelga de contenidos de los que hacen los contenidos (eso es, ni más ni menos el #TwitterBlackout) se puede y se debe calificar como masivo sin entrar en guerras de cifras; porque, entre otras cosas, aquí sí hay Patronal pero no hay sindicatos —ni «piquetes» [¿!], como afirmaban algunos adictos al orden establecido escandalizados por la iniciativa. La repercusión en España y Latinoamérica ha sido más que notable, así como en diversos medios de comunicación que han citado la iniciativa y a sus promotores (El País ha incidido de forma manipuladora y torticera en que ha sido una iniciativa de «Anonymous» y nada más lejos de la realidad, #TwitterBlackOut se ha difundido a cara descubierta). La repercusión mundial también ha sido evidente si a los TT nos remitimos, teniendo en cuenta además que la gran mayoría de los mensajes de #TwitterBlackOut eran favorables a la iniciativa.

Entre los contrarios a la huelga, los principales argumentos contra el #TwitterBlackOut han sido, muy resumidamente, dos:

  • “No servirá para nada” (poco que añadir a esto puesto que es recurrente a modo autojustificativo ante cualquier tipo de movilización por parte de los reacios a comprometerse o los “equidistantes” de turno) y
  • “No hay tal censura puesto que Twitter ha dicho que la censura se hará por países y no para todo el mundo”. Sobre esto último sí nos detendremos a reflexionar pues nos parece un argumento, además de paradójico y extraño desde el punto de vista de la lógica racional, especialmente perverso. ¿La libertad de expresión es un derecho parcelable por países, culturas o etnias y no un derecho universal independientemente de donde vivas? Radicalmente, no. Esa visión parcial de una libertad de expresión territorializada nos lleva a la arbitrariedad pura y dura, al doble rasero en su aplicación en función de si ésta favorece o no a aliados y a supuestos enemigos. Y ya sabemos bajo qué criterio se establecen alianzas y guerras en la actualidad: el interés económico y geoestratégico de una superpotencia que campa a sus anchas también en Internet. Que se pudiera aplicar en función de leyes antifascistas en determinados países es la coartada «democrática». En el mundo y en el tiempo en que vivimos parece obvio que se aplicaría la censura más bien en función de leyes anticomunistas o con fines bélicos de forma selectiva (no olvidemos el importante papel de las redes sociales para la propaganda de guerra a favor de la OTAN y sus rebeldes en Libia o en los más recientes casos de Siria e Irán a favor del tándem EEUU-Israel).

Ante la sinrazón de la fuerza por la vía de los hechos, algo que vemos o que sufrimos a diario en la Red y fuera de ella, bienvenida sea cualquer iniciativa que ponga en valor la fuerza de la razón democrática sin fronteras y además la demuestre con efectividad y resolución. Cuando está en juego la libertad de expresión no caben titubeos ni falsas equidistancias. Twitter es una compañía que no cobra por el uso de sus servidores, al igual que quienes aportamos sus contenidos tampoco cobramos por ello. Si no estamos de acuerdo con algo tan importante como que lo que escribimos pueda ser censurado —ya sea local o globalmente— “preventivamente” o de forma “retroactiva”, como han afirmado portavoces de la compañía, tenemos perfecto derecho a no aportar contenidos durante 24 horas como medida de protesta «preventiva» y efectiva para que tomen nota de que muchos, más de los que creen como se ha podido comprobar con el #TwitterBlackout, no comulgamos con ruedas de molino en algo tan básico como la libertad de expresión, un derecho universal inalienable.

Texto: Paco Arnau
ciudad-futura.net@ciudadfutura en Twitter

El Imperio quema su última nave

El Atlantis, el último transbordador espacial de EEUU (y por extensión su última nave espacial tripulada) ya ha partido de Cabo Cañaveral con cuatro astronautas con destino a la Estación Espacial Internacional (ISS). Quedan atrás tres décadas de historia de los shuttle y casi cinco décadas de presencia estadounidense en el espacio con medios propios…

Cofia del minitransbordador no tripulado del Pentágono X-37B (AV-012 OTV) en la rampa de lanzamiento. [Foto: Pat Corkery/United Launch Alliance]

A partir de aquí, es inevitable recurrir al tópico de que estamos en el inicio de una nueva era de la llamada carrera espacial en su conjunto histórico, en el borde de una línea roja que traza un antes y un después en la presencia humana en el espacio que se inició hace medio siglo con la hazaña soviética del vuelo de Yuri Gagarin. La Federación de Rusia, heredera tecnológica de la URSS, y la República Popular China, con tecnología también heredada de la URSS, son a partir de ahora las dos únicas potencias con capacidad real para enviar personas a nuestra órbita. Y la Federación de Rusia, la única con capacidad de enviar tripulaciones a la ISS, el único complejo orbital que asegura la presencia humana permanente en el espacio.

La denominada “carrera espacial” tripulada comenzó en 1961 y el pistoletazo de  salida lo dio la Unión Soviética. Durante prácticamente toda esa década, la otra superpotencia intentó responder a los retos pioneros de la URSS con mayor o menor fortuna (menor en la gran mayoría de los casos) hasta que EEUU emprendió el compromiso nacional de poner hombres en la Luna con el programa Apolo. Incluso antes de que terminaran los vuelos de las misiones Apolo, el interés en Estados Unidos por las misiones tripuladas al espacio empezó a languidecer. Aún en el supuesto de que no fuera así del todo, parecería que una vez cumplido el objetivo mediático de “adelantar” a los rivales de la superpotencia socialista en la carrera lunar, el interés de Washington y de sus poderosos medios de comunicación por la presencia humana en el espacio decayó de forma visible. Si a los hechos posteriores nos remitimos, esto fue así. El programa lunar Apolo languideció sin ni siquiera ser completado y estas naves de EEUU realizaron su última misión en 1975, la primera y única misión conjunta entre la URSS y EEUU, la ASTP (Apolo-Soyuz Test Project).

La URSS volvió a tomar la delantera en cuanto a la presencia humana permanente en el espacio durante tres lustros con programas de estaciones orbitales (Salyut, Mir) que no tuvieron rival. Se dibujaba desde mediados de la década de 1970 de nuevo un paisaje espacial parecido al de la década de 1960 tras un paréntesis excepcional de un lustro (1969-1974). Solo que esa vez no había respuesta temprana, ni mediático-propagandística ni real, por parte estadounidense en cuanto a estaciones orbitales (si exceptuamos la breve y fallida experiencia de la estación Skylab)… ni tampoco en cuanto a nuevas cápsulas tripuladas tras la cancelación de las Apolo (algo de lo que aún se deben arrepentir en la NASA). Desde mediados de los años 70, tanto EEUU como la URSS comenzaron a desarrollar sendos programas de transbordadores espaciales, un nuevo concepto de nave híbrida (carguero espacial y vehículo tripulado) con la vista puesta, en principio, en programas de defensa espacial al albur de uno de los momentos más calientes de la Guerra Fría: la década de 1980.

Guerra Fría y transbordadores espaciales

La llegada de los transbordadores coincidió con la toma del poder en Washington del sector más ultraconservador y anticomunista de la política estadounidense (Reagan y sucesores) y con un declive económico en la URSS que provocó a su vez una crisis política culminada a a finales de los 80 (Muro de Berlín) y principios de los 90 con la disolución del país y el empobrecimiento y la guerra en la que fuera antes su área de influencia continental europea. Ello tuvo como consecuencia la cancelación del programa Burán-Energía, un sistema de transporte tecnológicamente más avanzado que los shuttle y que posiblemente, de haber continuado, habría llegado hasta nuestros días sin los sobresaltos de los transbordadores estadounidenses, un sistema cuya fiabilidad pusieron en tela de juicio aterradoras cifras de astronautas muertos que han disparado esta triste estadística hasta la fecha.

Como antes avanzábamos, tras la cancelación del programa Apolo, la presencia humana en el espacio estuvo durante unos años prácticamente monopolizada por las estaciones espaciales de la URSS y sus naves Soyuz hasta que se lanzaron los primeros transbordadores espaciales de la NASA… Pero éstos, al margen de otras misiones como la puesta en órbita desde su bodega de satélites, no tenían adónde ir o dónde acoplarse… Así, tras la disolución de la URSS a finales de 1991 y el caos surgido de sus cenizas en una espectral imagen de la antigua superpotencia (una Rusia en la década de 1990 con una economía que no llegaba ni a la mitad del PIB de la Unión Soviética), los estadounidenses acuerdan con Rusia el programa de colaboración internacional Mir-Shuttle e inyectan dólares para mantener la gran estación orbital de diseño soviético. De hecho, la Mir, y antes las Salyut con el programa Intercosmos, fueron las primeras estaciones espaciales “internacionales” en cuanto a los programas científicos y a sus propias expediciones, con cosmonautas y astronautas procedentes de multitud de países de varios continentes.

El legado de las estaciones espaciales soviéticas fue la base firme sobre la que se asentó la presencia humana en el espacio hasta nuestros días. La ISS, el mayor complejo orbital construído por el hombre, es digna sucesora de la estación orbital Mir. La construcción de la ISS tal y como hoy la conocemos, iniciada en los albores del nuevo milenio con módulos rusos con una tecnología más sofistica que los de EEUU (los módulos rusos habitables son capaces de alcanzar la órbita y acoplarse de forma automática, sin necesidad de tripulación), no hubiera sido posible sin el concurso de los shuttle (que trasladaron en su bodega varios de sus módulos y su estructura central). Ése ha sido, junto con la puesta en órbita y mantenimiento de satélites como el telescopio espacial Hubble y algún que otro programa militar secreto, el principal papel jugado por los transbordadores estadounidenses en tres décadas: ser grandes cargueros que posibilitaron la construcción del segmento estadounidense (incluyendo los módulos europeo y japonés) del mecano de la ISS.

Y llegamos por fin a nuestros días. La presencia humana en el espacio, a pesar de sus muchos detractores, sigue siendo igual de importante o más que en anteriores décadas porque revierte en avances científicos y en progresos para la sociedad que no serían posibles de otra forma en el balbuceante estadio actual de la robótica. Así lo han demostrado los miles de experimentos y programas científicos, de tecnología de materiales, de investigación biológica y hasta médica que se han desarrollado con éxito a lo largo de décadas en las Salyut, la Mir o la ISS. Pero la diferencia sustancial en la actualidad es que la primera potencia económica del mundo tiene otras prioridades.

Cañones o mantequilla

Aunque la crisis política aún no ha llegado, EEUU está sumido en una profunda crisis económica que ha arrastrado a la mayoría de sus satélites, el llamado occidente capitalista desarrollado. Esta crisis, que algunos economistas independientes caracterizan como estructural y sistémica, está suponiendo tanto en EEUU como en sus satélites la destrucción de los últimos restos del Estado del bienestar, un holocausto iniciado a finales de la década de 1980 como consecuencia de la crisis del área socialista euroasiática y que se ha cobrado ya millones de vidas (más si sumamos muertos y no nacidos a causa de la desaparición del sistema económico socialista en varios países). Estado del bienestar no sólo es escuelas y hospitales, salarios dignos y seguridad social (lo que caracterizó en buena medida a Europa Occidental y Japón y en menor medida a EEUU tras la Segunda Guerra Mundial para frenar el avance del comunismo). Estado del bienestar también es investigación y ciencia para el progreso humano. Esta época que podríamos definir como retrofuturo es consecuencia del cambio en el orden de prioridades del capitalismo mundial dictado e impuesto manu militari por Wall Street por medio de sus gobernantes globales de Washington y el Pentágono. Entre cañones y matequilla, el imperio en crisis ha optado por los cañones.

Hace unos días un medio estadounidense publicaba un dato «estremecedor» que no ha sido desmentido: Estados Unidos gasta al año en aire acondicionado para sus acuartelamientos en las guerras que tiene abiertas actualmente con tropas de ocupación, una cantidad de dólares superior a todo el presupuesto de la NASA. Este argumento tiene sus “ventajas”: cuando dices que un tanque cuesta más que construir una escuela te llaman demagogo… el dato del aire acondicionado remueve mejor las conciencias de esa masa acrítica que padece serios déficit de conciencia.

Así es, cuestión de prioridades. Emulando al conquistador español Cortés, el imperio decadente prefiere quemar sus últimas naves que recortar recursos para una guerra eterna que no hace más que prolongar su agonía: la aventura de la conquista y control de las regiones con recursos energéticos fungibles del planeta (a la Guerra de Afganistán se sumó la de Iraq y ahora se suma la de Libia). La retirada del espacio tripulado no es lo único ni lo más grave, claro está. El estado de abandono en que se encuentran las infraestructuras en una metrópolis imperial en guerra eterna contra el resto del mundo, es más que procupante: la red de ferrocarril está desapareciendo, las carreteras públicas no son reparadas, las infraestructuras eléctricas (redes y subestaciones) son las mismas que en los años 50, las personas sin recursos mueren por enfermedades curables ante la ausencia de una sanidad pública, en un país del Tercer Mundo como Cuba hay menos mortalidad infantil que en EEUU…

Espacio privado y espacio militarizado

Y no es sólo que a partir de ahora EEUU se vea obligado a pagar pasaje para ocupar un asiento en naves de diseño soviético si quieren desafiar las leyes de Newton y que —como el Cid Campeador— la URSS siga ganando carreras y batallas, de momento tecnológicas, después de “muerta”… es también que la agencia pública NASA se va a ver enfrentada —se está viendo enfrentada— a un recorte de fondos que pone en peligro también la que fuera joya de la corona del programa espacial de EEUU: las sondas no tripuladas (interplanetarias o no) de investigación científica. Lo que supondrá, sin duda y si alguien no lo remedia, otro freno más al desarrollo de la ciencia —la base de todo progreso humano— en esta época retrofuturista, en este futuro arcaico que se viene dibujando desde finales de 1991. La apuesta de la administración imperial de Obama por el espacio privado significa, en la práctica, más bien una apuesta del Estado federal por el espacio militarizado…

Drones (aviones robóticos para matar personas a distancia en Afganistán o Paquistán); X-37B (minitransbordadores orbitales secretos no tripulados con capacidad ofensiva global y patrocinados por el Pentágono); no hay fondos para investigación y exploración de nuestra última frontera; no hay fondos para escuelas u hospitales públicos, ni para carreteras, líneas eléctricas o ferrocarriles… En un avance de cómo piensa un Imperio desbocado dar una “solución final” a sus acuciantes problemas, el último soberano de la dinastía Rockefeller ha afirmado ante las Naciones Unidas que “la sanidad pública ha generado el problema de la superpoblación”. Por tanto, no nos engañemos —ni engañemos—, sí hay fondos para bombardeos “humanitarios” para controlar nuevos yacimientos de crudo y, de paso, empezar a atacar el problema demográfico con criminales bloqueos económicos a países adversarios que causan, a la larga, muchos más muertos que esas bombas «liberadoras» de los goebbelsianos mass media y sus palmeros.

Conclusión: La NASA —¿sólo la NASA?— lo tiene muy crudo.

Texto: Paco Arnau / Ciudad futura
Publicado en Rebelión.org: «El Imperio quema su última nave»