Un sorprendente ‘lienzo’: la Gran Mancha Roja de Júpiter

Lo que vemos en la imagen superior es una espectacular imagen de la llamada ‘Gran Mancha Roja’ de Júpiter, una colosal perturbación anticiclónica con forma oval ubicada bajo el ecuador joviano —con vientos de más 400 km/h que rulan en sentido contrario a las agujas de un reloj— que llega hasta las capas más altas de la atmósfera masiva del planeta gigante de nuestro Sistema Solar. Tomando como referencia las dimensiones terrestres la Gran Mancha Roja es, efectivamente, colosal; su diámetro mayor equivale aproximadamente a 2,5 veces el de la Tierra, como podemos comprobar en la infografía comparativa que hemos realizado para esta entrada [véase la imagen inferior]. Ambas imágenes fueron captadas originariamente el 25 de febrero de 1979 por la sonda interplanetaria Voyager 1 a una distancia de 9,2 millones de kilómetros durante el acercamiento previo a su encuentro con Júpiter. En el caso de la imagen superior se trata de un reprocesamiento realizado por Björn Jónsson (miembro de la Asociación Internacional de Artistas Astronómicos —IAAA—) de los datos enviados entonces haciendo uso de medios informáticos actuales. El reprocesamiento de esta imagen del Voyager, aumentando el contraste, el enfoque así como la saturación de colores, nos descubre un sorprendente lienzo casi pictórico en el que podemos observar con mucho mejor detalle que en la imagen original este fenómeno atmosférico cambiante que viene siendo observado desde el siglo XVII y aún sigue ahí. [Ver imagen ampliada].

Infografía de las misiones de la NASA Voyager 1 y 2 (1977-1989). Autor: Paco Arnau (2000). Clic en la imagen para ampliar.

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[Infografía] El gran Ganímedes

[Infografía] El gran Ganímedes

Descubierto por el astrónomo italiano Galileo Galilei en 1610, Ganímedes es el tercero en orden orbital de los llamados satélites galileanos de Júpiter (Ío, Europa, Ganímedes y Calisto) y además la luna más grande del Sistema Solar. Con un diámetro de 5.262,4 km, Ganímedes es algo más pequeño que Marte pero supera ligeramente en tamaño al planeta Mercurio y es sensiblemente más grande que nuestra Luna, como podemos comprobar en la infografía que hemos realizado ad hoc para esta entrada, presidida por una imagen captada por la nave interplanetaria Galileo (una misión de la NASA que se prolongó desde 1989, el año de su lanzamiento, hasta 2003).

La superfície de Ganímedes nos ofrece a simple vista dos tipos de terreno superficial bien diferenciados: antiguas áreas bombardeadas por cráteres de impacto, algunos de ellos con brillantes rayos de eyección concéntricos que pueden alcanzar una longitud de varios cientos de kilómetros; y extensas regiones más oscuras cuyo origen debe estar en la tectónica de placas (un fenómeno geológico a escala global que también acontece en la Tierra). En la imagen superior podemos ver un planisferio de Ganímedes [clic en la imagen para ampliar] compuesto a partir de más de una centena de imágenes captadas por las sondas interplanetarias Voyager I y II y Galileo; en él podemos distinguir claramente esos dos tipos de terreno a que nos referíamos.

Ganímedes —al igual que la Tierra— posee un campo magnético y, por tanto, es muy posible que su núcleo interno esté compuesto, como el terrestre, por hierro a altas temperaturas; por lo que entre su núcleo externo rocoso de silicatos y su manto congelado posiblemente haya un gran océano global subterráneo formado por agua en estado líquido. También se ha detectado, gracias a las observaciones del telescopio orbital Hubble, la presencia de oxígeno en la ténue atmósfera superficial de Ganímedes; un mundo remoto en una zona gélida de nuestro Sistema Solar aunque, como hemos visto, con ciertos parecidos razonables al Planeta Azul. [Imagenes procesadas por Ted Stryk a partir de fotos y datos de NASA/JPL].

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Júpiter e Ío en el amanecer del segundo milenio

El planeta gigante del Sistema Solar y su satélite volcánico Ío [véase en ciudad-futura.net: Ío: un mundo de fuego frente al gélido Júpiter] captados por las cámaras de la sonda interplanetaria Cassini-Huygens. A su paso por Júpiter (flyby) camino de Saturno entre finales de 2000 y principios de 2001 —en los albores de este siglo y del nuevo milenio— Cassini-Huygens envió en torno a 26.000 imágenes e importantes datos a la Tierra sobre el sistema joviano y la colosal atmósfera de Júpiter. Esta misión científica conjunta de la ESA (Agencia Espacial Europea) y de la NASA acaba de cumplir 13 años el pasado 15 de octubre desde su lanzamiento en 1997. Hoy Cassini-Huygens, la que seguramente sea la misión interplanetaria más fructífera y prolífica en cuanto a resultados que se haya realizado nunca, sigue enviándonos imágenes y datos de Saturno y sus satélites. La magnífica imagen que reproducimos aquí es una interpretación a cargo de Gordan Ugarkovic (Zagreb, Croacia) en color natural aproximado de los datos «en bruto» de una de las imágenes captadas y enviadas por Cassini-Huygens mediante su tratamiento informático con filtros de luz visible (RGB). Para saber más acerca del postprocesado de los datos de este tipo de imágenes para que podamos visualizarlas en «color natural» recomendamos la lectura de la breve pero a la vez esclarecedora entrada «Saturno en color» en Brucknerite, una bitácora pilotada con destreza por el amigo Iván Rivera.

+info sobre la Misión Cassini-Huygens: NASAESA
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Ío: un mundo de fuego frente al gélido Júpiter

Ío es el satélite galileano más cercano a Júpiter y fue descubierto por el gran astrónomo italiano Galileo Galilei en 1610. La sonda de la NASA Voyager 1 visitó el sistema planetario de Júpiter en 1979 [véase infografía en ciudad-futura.net]. Esta magnífica imagen es un reprocesamiento digital actual, que se acaba de publicar, basado en los bellos mosaicos de fotografías que envió el Voyager 1 allá por finales de la década de 1970. Una intensa y pertinaz actividad volcánica provocada por las mareas gravitatorias de la gran masa de Júpiter, combinadas con los efectos de las cercanas lunas jovianas Europa y Ganímedes, ha modelado —y sigue remodelando— el aspecto de Ío, el otro cuerpo del Sistema Solar junto con la Tierra que mantiene un vulcanismo activo visible y constatable. La banda más clara de la izquierda son las capas altas de la inmensa atmósfera de Júpiter. Junto a volcanes activos, en la superficie de este mundo de fuego —de tamaño ligeramente superior a nuestra inerte Luna— hay lagos de azufre fundido y lenguas de lava semiviscosa de varios cientos de kilómetros de longitud. [Imagen: ©Ted Stryk, procesada a partir de datos facilitados por cortesía de NASA/JPL. Clic en la imagen para ampliar]

Fuente: Io over Jupiter’s terminator ← Vía: twitter.com/Eurekablog
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+info sobre las misiones Voyager:
Voyager, the Interstellar Mission (JPL/NASA)
Voyagers: 33 years of space flight (infografía de la Agencia Novosti, Moscú)


Un grano de pimienta en el espacio

Cuando leemos textos de divulgación científica sobre astronomía, aunque consigamos llegar a aprender y comprender conceptos teóricos con mayor o menor grado de complejidad, nuestra mente se resiste a aprehender o asimilar datos que se expresan con simples cifras basadas en unidades de medida, como la magnitud de los cuerpos celestes o —»más difícil todavía»— las enormes distancias que los separan en un universo como el nuestro, donde el vacío es el gran protagonista a pesar de que en un cielo estrellado sin Luna (Luna nueva) nuestros ojos nos hagan creer lo contrario. [Véase al respecto: «Átomos interpretando su propio origen y evolución»]

Tamaño comparado a escala de diversos objetos en relación con el Sol, varios planetas
del Sistema Solar y su estrella más cercana. Tanto el tamaño relativo de la «cabeza de
alfiler» como el del «grano de pimienta» han sido levemente aumentados en aras de
su propia visibilidad en esta ilustración.
[Infografía: Paco Arnau / Ciudad futura]

Estamos acostumbrados a interpretar e incluso a calcular mentalmente distancias y magnitudes usuales en la vida cotidiana con poco margen de error. Los delineantes eran capaces de distinguir en un plano arquitectónico, a simple vista y con total seguridad, una línea de una décima de milímetro de grosor de otra de dos décimas de milímetro (0,1-0,2 mm). Un buen sastre «de los de antes» sabía la talla del cliente nada más verlo entrar por la puerta del establecimiento. Un diseñador gráfico actual debería distinguir a la perfección un cuerpo de letra de 10 puntos tipográficos con una simple mirada. Los antiguos exploradores calculaban días de marcha hacia un lugar lejano visible en el horizonte con un margen de error mínimo… y podríamos seguir con multitud de ejemplos.

Magnitudes astronómicas

Pero todo cambia para nuestra mente, experta en el cálculo de proporciones terrestres y cotidianas tras cientos de miles de años de evolución e interacción con el mismo entorno, cuando las magnitudes son astronómicas. Seguramente es por eso que cuando utilizamos la expresión «cifras astronómicas» nos solemos referir a cantidades de dinero que escapan a nuestra comprensión… limitada por los magros ingresos de la mayoría. El límite suele estar situado en cifras que superen los seis ceros a la derecha (si hablamos de euros o dólares)… Esto también puede valer para las magnitudes espaciales astronómicas.

Podemos hacernos una idea cabal de la distancia que nos separa de la Luna cuando nos dicen que nuestro único satélite natural está a unos 380.000 km; no se trata de una cifra inabarcable para nosotros, seamos aficionados o no la astronomía, al fin y al cabo podemos ver la superficie de la Luna con cierto detalle muchas noches al año e incluso una docena de seres de nuestra especie han llegado a caminar o a conducir vehículos sobre sus estériles planicies. Incluso los automóviles terrestres pueden llegar a alcanzar esa cifra de 380.000 en su cuentakilómetros, aunque en los modelos que se fabrican actualmente esto sea algo cada vez más inusual. Sigue leyendo

[Ilustración] Misión Galileo a Júpiter

La ilustración, realizada en el año 2000, muestra el perfil de la misión Galileo de la NASA a Júpiter, integrada por un orbitador y una sonda a la atmósfera del planeta gigante del Sistema Solar. La misión partió de la órbita terrestre el 18 de octubre de 1989. La sonda se internó unos 200 km en la atmósfera de Júpiter seis años después —el 7 de diciembre de 1995— hasta su destrucción debida a las altas presiones y temperaturas, no sin antes transmitir importantes datos sobre la composición química y la actividad meteorológica de Júpiter.

Misión GalileoIlustración: Ciudad futuraPaco Arnau • 2000 [clic en la imagen para ampliar]


galileo-europaEl orbitador permaneció operativo recopilando datos científicos de la atmósfera, el campo magnético y el sistema de anillos de Júpiter, así como acerca de sus satélites hasta el fin de la misión en el año 2003. La misión Galileo adoptó ese nombre en homenaje al matemático, astrónomo y físico italiano Galileo Galilei (Pisa, 1564-1642), descubridor de los cuatro satélites mayores de Júpiter, denominados galileanos en su honor: Ío, Europa, Calisto y Ganímedes.

A la derecha: imagen del satélite Europa en color natural captada a una distancia de más de 600.000 km por el orbitador Galileo durante su segunda órbita alrededor de Júpiter [clic para ampliar la imagen].

Europa tiene  3.160 km de diámetro —un tamaño similar al de nuestra Luna— y está cubierto de hielo, de ahí el gran sistema de grietas que podemos observar en su superficie y la escasez de cráteres de impacto visibles. Se cree que bajo el casquete helado de Europa bien pudiera existir un grán océano interno de agua líquida, lo que hace de este satélite uno de los objetivos principales para futuras misiones de exploración espacial.
[Fuente original de la imagen: Jet Propulsion Laboratory]