Cosmos tripulado: la nueva generación

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Fig. 1.— Comparativa a escala de las naves tripuladas operativas (Soyuz y Shenzhou) y las de nueva generación: CST-100 Starliner (Boeing Company); Dragon V2 (SpaceX Corporation); Orion MPCV (NASA-EEUU) y PTK-NP (Roscosmos-Federación de Rusia). [Ampliar]

I. INTRODUCCIÓN

Tras la cancelación del programa de transbordadores espaciales estadounidenses STS-Shuttle en 2011, sólo dos programas de naves tripuladas —ambos derivados de las Soyuz originales del programa espacial de la URSS— han permanecido operativos a lo largo de estos años: Soyuz TMA-M y Shenzhou. El selecto club de las potencias espaciales con capacidad para misiones tripuladas propias se redujo de tres a dos miembros: la Federación de Rusia y la República Popular China.

Operadores privados y programa Orion-SLS

El relevo del programa Shuttle estadounidense era el ambicioso programa Constellation, iniciado en a mediados de la década de 2000 y a su vez cancelado por la Administración Obama en 2010 —con la aguda crisis económica de EEUU (luego mundial) por medio. Durante el primer lustro de la década de 2010 (2010-2015), el programa espacial estadounidense ha estado sometido a vaivenes e incertidumbres como consecuencia de un «tira y afloja» entre el gobierno federal, partidario de recortar al máximo el presupuesto de la NASA y de privatizar los vuelos tripulados orbitales y el Congreso, más proclive a recuperar el prestigio nacional perdido en el ámbito espacial y a desarrollar un programa tripulado estadounidense que ponga fin a su dependencia de Rusia, su principal adversario estratégico actual. La «solución de compromiso» de este contencioso entre la Casa Blanca y el poder legislativo ha tenido una doble vertiente: por una parte, el programa CCP (Commercial Crew Program) impulsado por el gobierno federal para subvencionar y promover el desarrollo por parte de operadores privados de naves orbitales tripuladas y acabar así con la dependencia de las Soyuz rusas para acceder a la ISS y por otra parte, la reconversión/recorte del programa Constellation de la NASA en el actual Orion-SLS (la nave Orion Multi-purpose Crew Vehicle y la familia de lanzadores Space Launch System). A diferencia de Rusia o China, cuya base productiva aeroespacial son empresas estatales o corporaciones públicas, la intervención de grandes empresas privadas del «complejo militar-industrial» (en palabras de Eisenhower) no es ninguna novedad en el programa espacial de EEUU desde sus inicios. Lo novedoso estriba en que en la actualidad no sólo hay fabricantes-contratistas privados para la agencia espacial nacional, la NASA, sino también operadores de sistemas espaciales propios.

Las primeras naves tripuladas de nueva generación que estarán operativas son las del programa CCP. Una vez culminada la fase de contratación —CCtCap (Commercial Crew Transportation Capability)—, las compañías privadas finalmente seleccionadas (2014) han sido Boeing Company, con sede en Chicago, y la californiana SpaceX Corporation, ambas con vuelos programados a la ISS en 2017 de sus vehículos orbitales CST-100 Starliner y Dragon V2, respectivamente. SpaceX dispone de un lanzador propio para la Dragon V2, el Falcon 9; mientras que Boeing lanzará su CST-100 Starliner mediante los Atlas V de ULA.

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Luna roja

En los años 60 del siglo XX tuvo lugar un acontecimiento único en la historia de la humanidad. Espoleadas por su enfrentamiento mundial en plena Guerra Fría, las dos superpotencias decidieron llevar su rivalidad al espacio con el fin de intentar poner un hombre en la Luna. La competición finalizaría cuando Neil Armstrong puso un pie en el Mar de la Tranquilidad en julio de 1969. Durante años, la Unión Soviética negó que hubiese participado en la carrera lunar y muchos pensaron que Estados Unidos había competido en solitario. Pero estaban equivocados. La URSS se esforzó por adelantarse al programa Apolo de la NASA… aunque no se puede decir que lo intentara con todas sus fuerzas. Ésta es la historia del programa lunar soviético.

Esta entrada ha sido realizada conjuntamente por Daniel Marín (Eureka) y Paco Arnau (Ciudad Futura). Vuestros comentarios serán bienvenidos en ambos sitios. Este trabajo común parte de nuestra convicción de que la Red debe servir para colaborar y compartir ideas, conocimientos e iniciativas.

Viajar a la Luna

En 1960, la oficina de diseño OKB-1 del mítico ingeniero jefe Serguéi Pávlovich Koroliov había conseguido lo inimaginable. En el transcurso de sólo tres años fue capaz de poner en órbita el primer satélite artificial de la Tierra (el Sputnik), el primer ser vivo en el espacio (Laika) y las primeras sondas hacia la Luna, entre otros muchos logros. El siguiente objetivo era lanzar un hombre al espacio y para ello estaba diseñando un nuevo tipo de nave, la Vostok 3KA (Восток, «oriente»). Todos estos éxitos eran el resultado directo de la enorme potencia del cohete R-7 Semiorka, el primer misil intercontinental de la historia, también obra de Koroliov.

En realidad, en un principio el gobierno soviético no había mostrado ningún interés especial en explorar el espacio. El trabajo de Koroliov debía limitarse a diseñar misiles para los militares, que eran los que pagaban las costosas facturas del proyecto. Pero la impresionante repercusión mediática del Sputnik pronto hizo cambiar de opinión a Jruschov, quien vio en las hazañas espaciales una magnífica oportunidad para promocionar los triunfos del modelo soviético en el mundo entero. Al otro lado del Atlántico, los políticos estadounidenses llegaron a la misma conclusión, aunque quizás un poco más tarde. El espacio se había convertido en el nuevo campo de batalla mediático de la Guerra Fría.

Gagarin y el Apolo

El 12 de abril de 1961 despegaba la primera nave tripulada de la humanidad, la Vostok 1. El vuelo de Yuri Gagarin desataría una serie de acontecimientos que cambiarían la historia de la exploración del espacio para siempre. A veces se habla del «momento Sputnik» para definir la sensación de impotencia y humillación que sufrió EEUU cuando la URSS se les adelantó a la hora de poner en órbita el primer satélite artificial. Sin embargo, el «momento Gagarin» fue mucho peor. En esta ocasión, los estadounidenses no podían esgrimir la excusa de que el lanzamiento les había cogido por sorpresa.

El gobierno norteamericano había creado en 1958 una agencia espacial civil, la NASA, con el objetivo expreso de ganar a «los rusos» en la carrera por poner un hombre en órbita. La conmoción en todo el país fue mayúscula. Quizás, después de todo, la URSS era una nación mucho más avanzada tecnológicamente y no había nada que hacer al respecto.

Intentando refutar esta idea, el 25 de mayo de 1961 el presidente John F. Kennedy pronunció su famoso discurso ante el Congreso de EEUU, embarcando a toda la nación en una aventura increíble. “Antes de que termine la década”, anuncia Kennedy, “pondremos un hombre en la superficie lunar y lo traeremos de vuelta sano y salvo”. Un desafío simple a la vez que ambicioso. Visto desde la perspectiva actual, el discurso de Kennedy quizás no parezca demasiado revolucionario, pero hay que tener en cuenta que en el momento de pronunciarlo ningún ciudadano estadounidense había alcanzado la órbita terrestre. 

Kennedy había lanzado el reto y ahora había que llevarlo a cabo. Poco después, la NASA aprobaría el programa Apolo para poner un hombre en la Luna. Nadie sabía cuál sería la respuesta soviética… aunque estaba claro que aceptarían el desafío.  Sigue leyendo

Una perspectiva inusual de los paisajes lunares

La sonda lunar LRO (Lunar Reconnaissace Orbiter) de la NASA habitualmente envía imágenes captadas perpendicularmente a la superficie de nuestro satélite, aunque en ocasiones también vista oblicuas que son tan poco conocidas como espectaculares, al permitirnos captar una visión más realista de su relieve. Un verdadero regalo para la vista que compartimos aquí

[Fotos: NASA/GSFC/Arizona State University • Vía: Universe Today]

Yuri en la Luna

La Unión Soviética fue el país pionero en lanzar el primer ingenio humano al espacio (el Sputnik 1 en 1957), la primera misión espacial tripulada (la nave Vostok 1 de Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961) —de la que conmemoramos en 2011 el 50º Aniversario—, la primera nave que aterrizó en otro planeta (la nave Venera 7 en Venus en 1970), el primer aterrizaje en Marte (la misión Mars 3 en 1971) y además —aparte de otros muchos primeros registros que sería realmente prolijo detallar— las primeras naves en llegar a la Luna (Luna 2 en 1959) o que consiguieron fotografiar la llamada cara oculta de nuestro satélite (Luna 3 en 1959).

Este es el motivo por el que los miembros de la Academia de Ciencias de la URSS (suponemos que geógrafos y cartógrafos asesorados por otros científicos) tuvieron el honor y el privilegio de ser el primer colectivo humano que inició la tarea de cartografiar la hasta entonces desconocida cara oculta de la Luna. Éste es también el origen de los nombres de sus principales cráteres, mares (planicies lunares), cordilleras, regiones y otros accidentes «geo»gráficos de su superficie y relieve, como podemos ver en los siguientes hemisferio topográfico y planisferio cartográfico lunares…

Topografía de la cara oculta de la Luna (los colores cálidos, hasta el rojo, indican mayor elevación sobre la altitud superficial media). [Clic en la imagen para ampliar en alta resolución: JPG, 2,1 MB]

Excelente cartografía de la cara oculta (‘farside’) de la Luna elaborada para la NASA en 1976 • Escala original: 1:5.000.000 • Proyección: Mercator • Visualizar o descargar en alta resolución (válido para impresión, 6.100 x 4.274 píxeles): Archivo JPG (calidad alta) de 5 MB

Gracias a las imágenes y a los datos enviados por las sondas automáticas Luna (Луна, «Luna» tal y como suena en ruso, aunque en Occidente mal denominadas Lunik por analogía con «Sputnik»), la URSS sembró el mapa físico de la cara oculta de nuestro satélite con nombres de destacados científicos rusos, soviéticos e internacionales (éstos últimos la gran mayoría) e igualmente con sugerentes evocaciones universales de la mitología, la era de los descubrimientos y la literatura; nombres que independientemente del país de origen o de las diferencias étnicas, políticas o culturales son patrimonio de toda la Humanidad y así lo entendieron (y aplicaron) los responsables soviéticos de esta honorable tarea… toda una ejemplar lección para las generaciones futuras sobre cómo ha de escribirse la historia y que permanecerá por siempre «impresa» en la Luna. —[Una pregunta que hemos visto en foros sobre esta entrada es la siguiente: ¿Habrían hecho otros lo mismo? N. de CF].

He aquí una pequeña selección de algunos de los nombres de cráteres y mares, todo un compendio enciclopédico evocador de miles de años de cultura, civilización y conocimiento humano que puede impresionar a cualquiera:

Einstein, Lomonosov, H.G. Wells, D’Alembert, Landau, Wegener, Avicena, Lavoisier, Lorentz, Röntgen, Gauss, Bell, Morse, Dante, Hubble, Edison, Séneca, Ibn Yunus, Hertz, Fleming, Goddard, Nobel, Balboa, Vasco de Gama, Kuo Shou Ching, Mendeliev, Neper, Hirayama, Dædalus, Icarus, Montes Cordillera, Mare Moscoviense, Pasteur, Fermi, Doppler, Galois, Lacus Autumni y Veris, Wright, Oppenheimer, Apolo, Jules Verne, Lebedev, Leibnitz, Mare Ingenii y un largo etcétera…

Fotografía del hemisferio oculto de la Luna enviada por la misión Selene de la agencia espacial japonesa (JAXA) el 1º de Mayo de 2009. Obsérvese que, a diferencia del hemisferio lunar visible desde la Tierra, la cara oculta nos resulta visualmente poco familiar porque está mucho más poblada de cráteres de impacto y en ella hay menos planicies de diferente tono (‘mares’). Esto se debe a que la cara oculta ‘mira’ hacia el exterior del sistema Tierra-Luna y, por tanto, ha recibido durante miles de millones de años muchos más impactos de cuerpos del Sistema Solar libres de la interposición de nuestro planeta. [Foto: © JAXA]

La tarea de cartografiar el hasta entonces desconocido hemisferio oculto de nuestro satélite comenzó con la primera imagen de la sonda Luna 3 en 1959 [a la derecha, la cámara fotográfica Yenisei de la sonda soviética Luna 3] pero continuó hasta ya entrada la década de 1960. Entre 1959 y 1976 la URSS lanzó un total de 24 sondas automáticas (Luna 1 a Luna 24); las más modernas y sofisticadas dotadas de vehículos lunajod, grandes rovers automáticos y autopropulsados de recogida de muestras lunares. Como estas muestras podían ser enviadas a la Tierra en cápsulas de retorno para su posterior análisis, las misiones Luna soviéticas cumplieron una función similar en la práctica, aunque no en cuanto a su valor simbólico, a la de los módulos lunares tripulados del programa Apolo de la NASA.

Mosaico obtenido a partir del procesamiento de las imágenes 26, 28, 29, 31, 32 y 35 captadas por la sonda soviética Luna 3 (a la derecha en la imagen) el 7 de octubre de 1959. [Autor: Ricardo Nunes • +info y fotografías: «Processed images from the Luna 3 mission»]

Semisección esquemática de la sonda Luna 3 (1959) con sus principales componentes y equipos. El objetivo de la cámara Yenisei, que captó las primeras imágenes de la cara oculta de la Luna, está ubicado en la parte frontal de la nave (en el extremo izquierdo en la ilustración)

A los nombres anteriormente mencionados la URSS sumó a la cartografía lunar topónimos de los pioneros de la exploración del Cosmos en esos años, la mayoría soviéticos —no por chauvinismo, sino como reflejo de la realidad histórica— como Popov, Komarov, Tereshkova (primera mujer en el espacio), Titov (el segundo hombre en el espacio) o Tsiolkovski (científico precursor de la cosmonautica soviética), sin olvidar a varios de los primeros astronautas estadounidenses de programa Mercury. Es destacable así mismo que el gran Serguéi Koroliov, el oculto (por motivos de seguridad en plena Guerra Fría) ingeniero-jefe del programa espacial de la URSS y cuya verdadera identidad fue un enigma fuera del país de los soviets hasta la fecha de su muerte, cuenta con un cráter a su nombre en esta igualmente oculta cara de la Luna.

Yuri Gagarin en la Luna

Volviendo al motivo que da título a esta entrada, la Luna tiene un gran cráter en su Hemisferio Sur (20,2ºS;  149,2ºE) de 265 kilómetros de diámetro cuyo nombre es debido —como no podía ser menos— al protagonista del aniversario histórico más importante de este año 2011: el Cráter Gagarin; dentro de éste cabría una metrópolis como Londres y aún sobraría mucho espacio libre de campiña inglesa. Dadas sus dimensiones el Gagarin cuenta además con multitud de cráteres de impacto menores; los más grandes de éstos (hasta casi 30 km de diámetro el llamado Isaev) son identificados convencionalmente como G, M, T y Z. El borde occidental del Cráter Gagarin está situado a unos 370 km de distancia del borde oriental del Tsiolkovski, otro gran cráter selenita ubicado al Oeste del Gagarin, como podemos ver en la siguiente imagen de detalle extraída de uno de nuestros mapas de cabecera…

Región Tsiolkovski-Gagarin en el Hemisferio Sur oculto de la Luna (centro aproximado de la imagen: 19ºS-141ºE)

1971: Un homenaje a Gagarin de la misión Apolo 15

La misión y la tripulación de la expedición Apolo 15 de la NASA (compuesta por los astronautas estadounidenses Scott, Irwin y Worden) rindieron homenaje al primer hombre en el espacio en el 10º Aniversario de su vuelo captando desde el módulo de mando Endeavour una serie de magníficas y detalladas instantáneas del Cráter Gagarin a finales de julio de 1971 (hasta un  total de 20 con una cámara de formato medio de la prestigiosa firma sueca Hasselblad), mientras el Endeavour orbitaba la Luna (Apollo 15 Solo Orbital Operations) de forma simultánea a la misión del módulo lunar Falcon abajo en la superficie. A continuación, y para finalizar este pequeño homenaje a Yuri Gagarin, os mostramos imágenes de la Hasselblad de la misión Apolo 15…

Mosaico de varias de las fotografías de la serie ‘Gagarin’ captadas por el astronauta Alfred M. Worden durante el sobrevuelo lunar del módulo de mando ‘Endeavour’ de la misión Apolo 15 en 1971 (‘Apollo 15 Solo Orbital Operations’) para conmemorar el 10º Aniversario del vuelo de la nave Vostok 1. Podemos ver con buen detalle una amplia zona del interior del Cráter Gagarin y la gran profusión de cráteres de impacto menores en su seno. [Clic en la imagen para ampliar • Fuente: «Apollo Flight Journal» en history.nasa.gov]

Actualización: Comparándolo con la cartografía que hemos publicado en esta entrada [véase el gráfico anterior con el detalle de la ‘region Tsolkovski-Gagarin’] este mosaico de imágenes de la misión Apolo 15 parece estar centrado aproximadamente en las coordenadas 20,5ºS-149,5ºE (con el Norte en la parte inferior), en plena región central del Cráter Gagarin.

Enlace relacionado: El año de Yuri Gagarin • La Yuriesfera
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[Fotografía] Cuando el Sol, la Luna y un avión crean un logo

El pasado 15 de enero un reactor bimotor de pasajeros cruzaba La Luna y el Sol (en ese orden) en el mismo instante en que se producía un eclipse parcial anular sobre Bangkok (Tailandia). Con la de vueltas que le damos los diseñadores gráficos y el tiempo que invertimos en eso de inventar un logo identitario —a pesar de que muchos digan aquello de «eso se hace en diez minutos»—, he aquí que el Sol, la Luna y un avión crean uno en cuestión de segundos; se puede reproducir a una tinta y hasta resulta armonioso… «¡funciona!», como dirían algunos. [Foto: Chaiwat Subprasom • Vía: National Geographic]

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Protagonistas:
La Luna y un avión comercial turbohélice Dash 8 Q-400 de la compañía aérea nacional australiana Qantas [en la imagen superior]
Autor: Chris ‘Hotspur’
Localización:
Estado de Queensland (Australia)
Fecha (hora):
16 de septiembre de 2010 (17:30, hora local)
Herramientas:
Teleobjetivo
Vixen 103 refractor ED con montura GP y guía SS2K, cámara digital SLR Canon EOS 450D a 250 seg, 200 ISO… y «nervios de acero», según especifica el propio autor de esta magnífica y —añadiríamos— casi irrepetible toma.
Fuente e imágenes originales:
«Plane crossing middle of Moon» (Ice in Space)
Comentarios:

Nos hemos quedado sin palabras.

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A veces sobran las palabras…

Amanecer de la Tierra en una zona cercana al Polo Sur lunar en cinco fotogramas

Imágenes captadas por la cámara HDTV de la sonda orbital lunar Kaguya-Selene de la JAXA (Japan Aerospace Exploration Agency) el 7 de noviembre de 2007. Se trata de las primeras imágenes de la Tierra en alta definición, captadas por esta sonda japonesa a una distancia de 380.000 kilómetros y a una altura aproximada de 100 km sobre la superficie de la Luna. La zona blanca que corona el planeta azul es la Antártida; la masa de tierra visible debajo a la derecha es el continente australiano. Una curiosidad para los más observadores: las fotografías están captadas prácticamente desde el Polo Sur lunar y la Tierra aparece «boca abajo» en relación a cómo es representada habitualmente en los atlas; en este caso el Polo Sur terrestre se ve «arriba».

El cráter que aparece en primer plano y que destacamos en la ilustración anotada es el Shackleton, situado en unas coordenadas muy próximas al Polo Sur de nuestra Luna (89.9ºS-0.0ºE). Fue llamado así en homenaje al explorador irlandés Ernest Shackleton, que comandó la expedición transantártica Endurance a principios del siglo XX (1914-1916). Este cráter de impacto tiene un diámetro de 19 km y una profundidad que puede llegar nada menos que a 4.200 metros [editado]. En la región polar que rodea al Shackleton, valorada como posible ubicación para futuras bases lunares humanas, hay zonas expuestas a la luz solar de forma casi permanente debido al escaso ángulo de inclinación del eje lunar en relación con el plano de la órbita del sistema Tierra-Luna (eclíptica) alrededor del Sol (5º); por el contrario, en las profundidades de este cráter la oscuridad es perpetua. [Imágenes: JAXA/NHK • Texto e ilustración: Paco Arnau / Ciudad futura]

+info, imágenes y vídeos: Kaguya Image Gallery (JAXA, English)


Un grano de pimienta en el espacio

Cuando leemos textos de divulgación científica sobre astronomía, aunque consigamos llegar a aprender y comprender conceptos teóricos con mayor o menor grado de complejidad, nuestra mente se resiste a aprehender o asimilar datos que se expresan con simples cifras basadas en unidades de medida, como la magnitud de los cuerpos celestes o —»más difícil todavía»— las enormes distancias que los separan en un universo como el nuestro, donde el vacío es el gran protagonista a pesar de que en un cielo estrellado sin Luna (Luna nueva) nuestros ojos nos hagan creer lo contrario. [Véase al respecto: «Átomos interpretando su propio origen y evolución»]

Tamaño comparado a escala de diversos objetos en relación con el Sol, varios planetas
del Sistema Solar y su estrella más cercana. Tanto el tamaño relativo de la «cabeza de
alfiler» como el del «grano de pimienta» han sido levemente aumentados en aras de
su propia visibilidad en esta ilustración.
[Infografía: Paco Arnau / Ciudad futura]

Estamos acostumbrados a interpretar e incluso a calcular mentalmente distancias y magnitudes usuales en la vida cotidiana con poco margen de error. Los delineantes eran capaces de distinguir en un plano arquitectónico, a simple vista y con total seguridad, una línea de una décima de milímetro de grosor de otra de dos décimas de milímetro (0,1-0,2 mm). Un buen sastre «de los de antes» sabía la talla del cliente nada más verlo entrar por la puerta del establecimiento. Un diseñador gráfico actual debería distinguir a la perfección un cuerpo de letra de 10 puntos tipográficos con una simple mirada. Los antiguos exploradores calculaban días de marcha hacia un lugar lejano visible en el horizonte con un margen de error mínimo… y podríamos seguir con multitud de ejemplos.

Magnitudes astronómicas

Pero todo cambia para nuestra mente, experta en el cálculo de proporciones terrestres y cotidianas tras cientos de miles de años de evolución e interacción con el mismo entorno, cuando las magnitudes son astronómicas. Seguramente es por eso que cuando utilizamos la expresión «cifras astronómicas» nos solemos referir a cantidades de dinero que escapan a nuestra comprensión… limitada por los magros ingresos de la mayoría. El límite suele estar situado en cifras que superen los seis ceros a la derecha (si hablamos de euros o dólares)… Esto también puede valer para las magnitudes espaciales astronómicas.

Podemos hacernos una idea cabal de la distancia que nos separa de la Luna cuando nos dicen que nuestro único satélite natural está a unos 380.000 km; no se trata de una cifra inabarcable para nosotros, seamos aficionados o no la astronomía, al fin y al cabo podemos ver la superficie de la Luna con cierto detalle muchas noches al año e incluso una docena de seres de nuestra especie han llegado a caminar o a conducir vehículos sobre sus estériles planicies. Incluso los automóviles terrestres pueden llegar a alcanzar esa cifra de 380.000 en su cuentakilómetros, aunque en los modelos que se fabrican actualmente esto sea algo cada vez más inusual. Sigue leyendo

Las 30 mejores fotos de Soichi Noguchi desde la ISS (II de III)

PARTE II. A continuación os ofrecemos la segunda entrega de la selección de Ciudad futura de las que consideramos las 30 mejores fotografías captadas por el cosmonauta japonés de la JAXA Soichi Noguchi (Yokohama, 1965) durante su reciente estancia en la Estación Espacial Internacional como miembro de la Expedición 23 de la ISS, comandada por Oleg Kótov. El cosmonauta ruso, al igual que el nipón, ha demostrado de forma sobresaliente su maestría en el arte de enfocar con la cámara. [Recomendamos ver al respecto nuestra galería«Oleg Kótov: arte fotográfico en el espacio», con una selección de diez imágenes comentadas].

La tarea de seleccionar 30 imágenes no ha sido fácil en este caso si tenemos en cuenta que —para ser rigurosos— hemos revisado, una por una, más de un millar de imágenes que Noguchi publicó en su galería Astro_Soichi a lo largo de más de cinco meses de estancia en el complejo orbital internacional.

Aquí va nuestra segunda entrega con una decena de imágenes: Sigue leyendo