Philae aterriza en 67P Churyumov-Gerasimenko

67p

4torres-madridInfografía de 67P/Churyumov-Gerasimenko, Rosetta y Philae. Para una mejor comprensión de las dimensiones reales del cometa, nos hemos permitido «edificar» unos rascacielos sobre una de las laderas del profundo valle principal de Churyumov-Gerasimenko. Elegimos para la ocasión las ‘Cuatro Torres’ del Paseo de la Castellana de Madrid. El más alto de estos rascacielos tiene una altura de 250 m, la cuarta parte de un kilómetro, una cifra redonda. La longitud máxima de 67P de punta a punta supera los 4 km. [Clic para ampliar (JPG / 1451 x 972 píxeles)]

Tras separarse satisfactoriamente de la sonda interplanetaria Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA), el pequeño explorador Philae ha aterrizado en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko [Guerasimenko en transcripción castellana], según ha confirmado la ESA. La toma de contacto de Philae con 67P se ha efectuado a las 16:03 UTC del 12 de noviembre de 2014 (17:03 hora peninsular/balear española). Es la primera vez que un ingenio procedente de nuestro planeta aterriza en un cometa. Se trata, por tanto, de un hecho histórico en la exploración humana del Sistema Solar.

67P es un cometa formado por dos lóbulos principales, uno menor y otro mayor de 2,5 x 2,5 x 2 km y 4,1 x 3,2 x 1,3 km, respectivamente, con un volumen de unos 25 km³. El período orbital solar del cometa es de 6,57 años, con una inclinación orbital de 7,1º y un período de rotación de 12,4 horas. El perihelio de la órbita elíptica del cometa equivale a 1,29 UA y el afelio, a 5,74 UA [distancias mínima y máxima al Sol en unidades astronómicas]. La temperatura superficial oscila entre -68 °C y -43 °C, según datos enviados por la sonda Rosetta. La nave europea ha detectado en 67P agua, monóxido y dióxido de carbono, amonio, metano y metanol.

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La estación de ‘Sol’ no está en el centro

De igual forma que el universo real no gira en torno a la Tierra —a pesar de que doctrinas religiosas propalaron tal creencia falsa durante siglos—, nuestra estrella, el Sol, tampoco es el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Tanto el geocentrismo como el heliocentrismo, en este sentido, son igual de erróneos si nos atenemos a la realidad de nuestro entorno más cercano: una galaxia entre las miles y miles de millones que conforman el inmenso Cosmos, «más que granos de arena en todas las playas». El Sistema Solar está ubicado en el llamado Espolón de Orión del brazo de Sagitario de la Vía Láctea, una galaxia con una morfología de aspecto espiral. Tomando como centro de sus coordenadas al Sol, nos encontramos en una región de la Rama o Espolón de Orión del Brazo de Sagitario situada a más de 25.000 años/luz del verdadero núcleo galáctico y a unos 7.000 años/luz de otro de sus brazos espirales principales, el de Perseo. Si la Vía Láctea fuera el sistema de transporte metropolitano de una ciudad como Madrid, la estación de Sol («Puerta del Sol») no estaría en el centro geográfico, como podemos ver en la ilustración superior a cargo del diseñador gráfico Samuel Arbesman. A continuación podéis ver otra imagen, realizada por R. Hurt para el Instituto de Tecnología de California (JPL/NASA), que representa a la Vía Láctea vista desde fuera en un plano perpendicular. Giramos en torno a un núcleo que no conocemos en profundidad. Posiblemente se trata de un agujero negro.

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Un grano de pimienta en el espacio

Cuando leemos textos de divulgación científica sobre astronomía, aunque consigamos llegar a aprender y comprender conceptos teóricos con mayor o menor grado de complejidad, nuestra mente se resiste a aprehender o asimilar datos que se expresan con simples cifras basadas en unidades de medida, como la magnitud de los cuerpos celestes o —»más difícil todavía»— las enormes distancias que los separan en un universo como el nuestro, donde el vacío es el gran protagonista a pesar de que en un cielo estrellado sin Luna (Luna nueva) nuestros ojos nos hagan creer lo contrario. [Véase al respecto: «Átomos interpretando su propio origen y evolución»]

Tamaño comparado a escala de diversos objetos en relación con el Sol, varios planetas
del Sistema Solar y su estrella más cercana. Tanto el tamaño relativo de la «cabeza de
alfiler» como el del «grano de pimienta» han sido levemente aumentados en aras de
su propia visibilidad en esta ilustración.
[Infografía: Paco Arnau / Ciudad futura]

Estamos acostumbrados a interpretar e incluso a calcular mentalmente distancias y magnitudes usuales en la vida cotidiana con poco margen de error. Los delineantes eran capaces de distinguir en un plano arquitectónico, a simple vista y con total seguridad, una línea de una décima de milímetro de grosor de otra de dos décimas de milímetro (0,1-0,2 mm). Un buen sastre «de los de antes» sabía la talla del cliente nada más verlo entrar por la puerta del establecimiento. Un diseñador gráfico actual debería distinguir a la perfección un cuerpo de letra de 10 puntos tipográficos con una simple mirada. Los antiguos exploradores calculaban días de marcha hacia un lugar lejano visible en el horizonte con un margen de error mínimo… y podríamos seguir con multitud de ejemplos.

Magnitudes astronómicas

Pero todo cambia para nuestra mente, experta en el cálculo de proporciones terrestres y cotidianas tras cientos de miles de años de evolución e interacción con el mismo entorno, cuando las magnitudes son astronómicas. Seguramente es por eso que cuando utilizamos la expresión «cifras astronómicas» nos solemos referir a cantidades de dinero que escapan a nuestra comprensión… limitada por los magros ingresos de la mayoría. El límite suele estar situado en cifras que superen los seis ceros a la derecha (si hablamos de euros o dólares)… Esto también puede valer para las magnitudes espaciales astronómicas.

Podemos hacernos una idea cabal de la distancia que nos separa de la Luna cuando nos dicen que nuestro único satélite natural está a unos 380.000 km; no se trata de una cifra inabarcable para nosotros, seamos aficionados o no la astronomía, al fin y al cabo podemos ver la superficie de la Luna con cierto detalle muchas noches al año e incluso una docena de seres de nuestra especie han llegado a caminar o a conducir vehículos sobre sus estériles planicies. Incluso los automóviles terrestres pueden llegar a alcanzar esa cifra de 380.000 en su cuentakilómetros, aunque en los modelos que se fabrican actualmente esto sea algo cada vez más inusual. Sigue leyendo

Infografía: El Sistema Solar

Continuamos en este nuevo año publicando trabajos propios con esta infografía del Sistema Solar realizada en el año 2000 —cuando, a la sazón, Plutón era considerado un planeta—. En la ilustración, proyectada con un fin eminentemente divulgativo/educativo, las imágenes de planetas, satélites y asteroides insertadas son reales, pero no así sus proporciones y las de sus respectivas órbitas, en aras de su propia visibilidad. Se tomó como hipotético punto de vista la órbita lunar (en primer plano, a la derecha).

En la ilustración se reflejan las órbitas de los planetas junto a sus principales satélites, así como otros cuerpos celestes que orbitan alrededor de nuestra estrella, como cometas y asteroides. Se adjuntan además una serie de datos generales de interés: una tabla comparativa de datos físicos y orbitales del Sol y sus planetas (distancia orbital media, diámetro ecuatorial, masa, densidad, y períodos de rotación y traslación); otros datos planetarios (gravedad, velocidad orbital, inclinación del eje, presión y temperatura media); y, por último, el tamaño de las principales lunas.

Clic en la imagen para visualizar/descargar a tamaño real:
3.000×1.105 píxeles; JPG calidad alta (630KB)
Enlace relacionado en Ciudad futura: El universo conocido
Autor/fecha: Paco Arnau / Ciudad futura, mayo de 2000.