Ahora que [según dicen los medios masivos] las tropas de Estados Unidos y sus aliados (especialmente Gran Bretaña) tras siete años y cinco meses de invasión se “retiran” parcialmente del territorio de lo que fue Iraq, un país desangrado, devastado, desarticulado, sin gobierno y al borde de la guerra civil, sería bueno en nuestra opinión hacer un somero balance de lo que esta larga guerra ha supuesto y sigue suponiendo para el pueblo iraquí y para el resto del mundo.
Las armas de destrucción masiva fueron ‘Made in USA’, ‘Made in UK’…
La invasión y ocupación de Iraq, aunque tiene precedentes en la I Guerra del Golfo de 1991, comenzó el 20 de marzo de 2003 cuando Estados Unidos dirigió, sin contar con el apoyo de la Naciones Unidas (NNUU), una coalición multinacional con el objetivo de invadir Iraq, compuesta por unidades de las fuerzas armadas de los propios Estados Unidos, el Reino Unido, y contingentes menores de Australia, España, Dinamarca, Polonia y otros estados. Como se sabe, la principal justificación para esta operación que ofrecieron el presidente de EEUU, George W. Bush, y sus aliados en la coalición, muy especialmente Tony Blair, José María Aznar y Durão Barroso en su famoso Encuentro de las Azores, fue la afirmación de que Iraq poseía y estaba desarrollando armas de destrucción masiva (ADM).
Aunque Aznar y Barroso estaban allí como auténticos floreros (y ahora pretenderán irse de rositas escabulléndose de su responsabilidad), norteamericanos y británicos sabían de qué hablaban, puesto que habían sido ellos mismos los que habían proporcionado a Saddam Husein, en la época en la que lo armaban y apoyaban durante los años ochenta en su guerra contra el Irán de los ayatolás, “equipos para desarrollar ADM en Iraq”. En aquellos años la ayuda de EEUU y sus aliados incluía medios para desarrollar misiles, además de cepas virulentas de ántrax y otras biotoxinas que los americanos proporcionaron al régimen de Saddam Husein hasta 1990. Sin embargo, los inspectores de armas no encontraron en 2003 pruebas de la existencia de esas armas de destrucción masiva [Washington llegó a plantear en la época, frente a las conclusiones de los inspectores de NNUU, uno de los argumentos más retorcidos que se hayan conocido en derecho internacional: “Que no haya pruebas no significa que no existan”. N. de CF], y se llegó a la conclusión de que Iraq había terminado sus programas de este tipo de armas en 1991, justo cuando terminó la colaboración de EEUU en este terreno con Sadam Husein. Su última colaboración fue el nihil obstat que George Bush padre ofreció a Saddam en su ataque frente a la revuelta de 1991 de los chiís de Iraq [apoyados por Irán], ya que los sesudos mandamases de Washington consideraban que Husein ofrecía mayor estabilidad a la región que los otros. Luego, sin que aparentemente nada cambiara, ellos sí cambiaron su opinión. Sigue leyendo